El dador

by Lois Lowry

Lois Lowry’s Newbery Medal–winning classic story of a young boy discovering the dark secrets behind his seemingly ideal world is now in Spanish. 

 

¡Ahora disponible en español! Ganador de la Medalla Newbery y un New York Times bestseller, El dador

  • Format: eBook
  • ISBN-13/ EAN: 9780358355441
  • ISBN-10: 0358355443
  • Pages: 272
  • Publication Date: 08/03/2021
  • Carton Quantity: 1

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    ¡Ahora disponible en español! Ganador de la Medalla Newbery y un New York Times bestseller, El dador.  

     

    Lois Lowry’s Newbery Medal–winning classic story of a young boy discovering the dark secrets behind his seemingly ideal world is now in Spanish. 

     

    La comunidad donde vive Jonas es idílica. Es un mundo sin conflicto, sin desigualdad, sin desempleo, sin dolor... pero también sin elección. A los ciudadanos se les asigna una pareja y un trabajo. Nadie hace preguntas. Todo el mundo obedece. Excepto Jonas.  

     

    Al cumplir doce años, es seleccionado para desempeñar un trabajo muy especial, y comienza a recibir lecciones de un misterioso anciano conocido como el Dador. Poco a poco, Jonas aprenderá que el verdadero poder reside en los sentimientos. Sin embargo, cuando debe salvar a alguien a quien ama, su propio poder es puesto a prueba.  

     

    Ganador de la Medalla Newbery y un bestseller del New York Times, El dador es un clásico moderno que se ha traducido a más de cuarenta idiomas además de convertirse en largometraje.  

     

     

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    Capítulo 1

    ERA CASI DICIEMBRE y Jonas empezaba aestar atemorizado. No; pensó que esa palabra no era la adecuada. Estar atemorizado significaba abrigar esa sensación profunda e indeseable de que algo terrible iba a ocurrir. Así se había sentido un año antes cuando una aeronave no identificada sobrevoló la comunidad en dos ocasiones. La había visto ambas veces. Entrecerrando los ojos para mirar al cielo, había visto el jet brillante, casi una mancha borrosa por la velocidad a la que pasó, y un segundo más tarde escuchó el estruendo que lo seguía. Luego una vez más, un momento después, en la dirección opuesta, el mismo avión. 

          Al principio, solo se había sentido fascinado. Nunca había visto una aeronave tan de cerca, porque era contra las reglas que los Pilotos sobrevolaran la comunidad. En ocasiones, cuando algún avión de carga entregaba suministros en la pista de aterrizaje que se encontraba al otro lado del río, los niños pedaleaban en sus bicicletas hasta la orilla y miraban, intrigados, la descarga y luego el despegue hacia el oeste, siempre lejos de la comunidad. 

          Pero la aeronave de un año antes había sido diferente. No era un avión de carga ancho y gordo, sino un jet afilado y con capacidad para un solo piloto. Jonas, al mirar a su alrededor con ansiedad, había visto que otros, adultos y también niños, dejaban lo que estaban haciendo y esperaban, confundidos, una explicación de aquel acontecimiento alarmante. 

          Entonces se ordenó a todos los ciudadanos que entraran en el edificio más cercano y se quedaran allí. «INMEDIATAMENTE», había dicho la voz rasposa que se oía por las bocinas. «DEJEN SUS BICICLETAS DONDE ESTÁN». 

          Al instante, de manera obediente, Jonas había dejado caer su bicicleta a un lado del camino, detrás de la vivienda de su familia. Había corrido al interior y había permanecido allí, solo. Sus padres estaban en el trabajo, y su hermanita, Lily, estaba en el Centro de Cuidado Infantil, donde pasaba varias horas después de la escuela. 

          A través de la ventana que daba a la fachada principal, no había visto gente: nada parecido a las atareadas brigadas ves­pertinas de Limpiadores de Calles, Trabajadores del Paisaje y Repartidores de Alimentos que solían poblar la comunidad a esa hora del día. Solo vio bicicletas abandonadas aquí y allá, en el suelo; la rueda de una, que estaba volteada, seguía girando lentamente. 

          Entonces se asustó. La percepción de su propia comunidad enmudecida, esperando, había hecho que el estómago se le revolviera. Tembló. 

          Pero no había sido nada. En unos minutos las bocinas habían crujido de nuevo, y la voz, entonces tranquilizadora y menos apremiante, había explicado que un Piloto en entrenamiento se había equivocado al leer sus instrucciones de vuelo y había dado un giro indebido. Desesperado, el Piloto había tratado de regresar antes de que advirtieran su error. 

          «POR SUPUESTO, SERÁ LIBERADO», dijo la voz, seguida por el silencio. Había un tono irónico en ese último mensaje, como si el Locutor lo encontrara divertido; y Jonas había sonreído un poco, aunque sabía que había sido una afirmación sombría. Porque el hecho de que un ciudadano activo fuera liberado de la comunidad era una decisión definitiva, un castigo terrible, una declaración apabullante de fracaso. 

          A los niños se les regañaba si usaban el término con ligereza mientras jugaban, burlándose de un compañero que no atrapaba una pelota o se tropezaba en una carrera. Jonas lo había hecho una vez; cuando un torpe error de Asher había hecho que su equipo perdiera un partido, le había gritado a su mejor amigo: 

          —¡Basta, Asher! ¡Quedas liberado! 

          El entrenador lo había llevado a un lado para una plática breve y seria; Jonas había bajado la cabeza sintiéndose culpable y avergonzado, y se disculpó con Asher después del juego. 

          Ahora, al pensar en el sentimiento de miedo mientras pedaleaba a casa por el camino que pasaba junto al río, recordó ese momento de terror palpable, de vacío en el estómago, cuando la aeronave había pasado como un rayo sobre su cabeza. No era lo que estaba sintiendo ahora que ya casi era diciembre. Buscó la palabra adecuada para describir su propio sentimiento. 

          Jonas era cuidadoso con el lenguaje. No como su amigo, Asher, que hablaba muy rápido y confundía las cosas, revolviendo palabras y frases hasta que quedaban irreconocibles; en ocasiones el resultado era muy divertido. 

          Jonas sonrió, recordando la mañana en que Asher había entrado de prisa y sin aliento al salón, tarde como siempre, a la mitad de la entonación del himno de la mañana. Cuando la clase tomó asiento al final del himno patriótico, Asher se quedó de pie para ofrecer una disculpa pública, como era obligatorio. 

          —Me disculpo por los inconvenientes que he ocasionado a mi comunidad de aprendizaje. —Asher pronunció de prisa la frase estándar de disculpa, mientras recuperaba el aliento. El Instructor y la clase esperaron con paciencia su explicación. Todos los estudiantes sonreían, porque habían escuchado muchas veces las explicaciones de Asher. 

          —Salí de casa a la hora correcta, pero cuando pasé cerca de la piscifactoría, los trabajadores estaban separando algunos salmones. Debí de quedarme retraído mirándolos. Pido disculpas a mis compañeros de clase —concluyó Asher. Alisó su túnica arrugada y se sentó. 

          —Aceptamos tu disculpa, Asher. —La clase recitó la respuesta estándar al unísono. Muchos de los estudiantes se mordían los labios para evitar la risa. 

          —Acepto tu disculpa, Asher —dijo el Instructor. Estaba sonriendo—. Y te doy las gracias, porque una vez más nos has proporcionado la oportunidad de impartir una lección de lenguaje. «Retraído» es un adjetivo demasiado fuerte para describir la vista de un salmón. 

          Se dio la vuelta y escribió la palabra «retraído» en el pizarrón. Junto a ella escribió «distraído». 

          Jonas, que ya estaba cerca de su casa, sonrió al recordarlo. Mientras empujaba su bicicleta hacia su estrecho estacionamiento junto a la puerta, seguía pensando,

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