Fiesta de patinetas: Crónicas de la Primaria Carver, Libro 2

by Karen English, Laura Freeman

De una premiada autora, una interesantísima serie de libros infantiles protagonizados por niños afroestadounidenses y latinos, llenos de esa magia que fascina a los niños y que tiene un encanto universal.

  • Format: eBook
  • ISBN-13/ EAN: 9780358330684
  • ISBN-10: 0358330688
  • Pages: 128
  • Publication Date: 08/18/2020
  • Carton Quantity: 1

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  • About the Book

    Richard no ve las horas de mostrar sus ollies en la fiesta de cumpleaños de su amigo en el parque de patinetas, pero una nota de su maestra sobre una tarea incompleta amenaza con arruinar sus planes. ¿Podrá Richard lograr posponer la firma de la nota hasta después de la fiesta (y enfrentar sus consecuencias)? ¿O eso solo le traerá más problemas?

    Esta serie de libros infantiles sobre un variado grupo de alumnos de primaria, escritos por Karen English, autora galardonada con el premio Coretta Scott King, ofrecen una narración precisa, personajes y situaciones con los que identificarse, y mucha acción. Los lectores emergentes y los flamantes lectores independientes se reconocerán en estas graciosas historias de la escuela y la familia.

  • About the Author
  • Excerpts

    Uno 

    Una nota de la señora Shelby-Ortiz

    Richard está observando el reloj que está sobre la pizarra blanca. Solo faltan cuatro minutos para que comience oficialmente su fin de semana. Bueno, no técnicamente, pero sí en su mente. El timbre será la señal de su libertad. Solo debe esperar hasta que todos los de su mesa se preparen y estén “listos para la salida”. Son palabras de la señora Shelby-Ortiz. Es la maestra. Es muy agradable. A Richard le gusta mucho su maestra. 

         Cuando ella llame a su mesa, Richard deberá contenerse para no saltar y salir corriendo. Primero, debe levantarse y empujar la silla debajo del escritorio y pararse como un soldado. La boca cerrada. Luego deberá caminar “de manera ordenada” hasta la fila en la puerta del aula. Deberá mantener los labios cerrados y no golpear a Ralph en el hombro para divertirse. No hará sonidos groseros con la mano en la axila. Debe contener las ganas de jalar una de las trenzas gruesas de Nikki. Ser perfecto es realmente muy difícil. 

         Echa una mirada a Gavin, su nuevo amigo. Para Gavin es muy fácil hacer todo bien. Ni siquiera parece tentarle corretear o jalar una trenza o dar un golpe. Hace que parezca fácil ser bueno. 

         Suena el timbre. El timbre es música en los oídos de Richard. La señora Shelby-Ortiz comienza a mirar a su alrededor. Todos los alumnos se apuran para guardar sus libros de texto, cargar sus mochilas, revisar el piso alrededor de sus escritorios y luego se paran bien erguidos detrás de sus sillas. Richard es el mejor de su mesa en eso de pararse erguido. Sabe que la señora Shelby-Ortiz lo felicitará. Ya puede escuchar las palabras: “Me encanta cómo se para Richard. Se lo ve listo para la salida”. Él espera esas palabras. Su mesa es la mejor, sin ninguna duda. Ralph, de la mesa cuatro, todavía está recogiendo papeles del piso. Ja, ja. 

         La señora Shelby-Ortiz comienza su recorrido. Camina lentamente, examina los escritorios, el piso… 

         —Me gusta la mesa tres —dice. 

         ¡Genial! ¡Esa es su mesa! 

         —Sí. Todos se ven listos para hacer fila. 

         Vamos, señora Shelby-Ortiz… Más halagos, por favor. Richard echa una mirada a Gavin y sonríe, pero Gavin está ocupado mirando hacia adelante. 

         —Bien, mesa tres. Pueden formarse. 

         Richard hace un gran esfuerzo por no salir disparado de su escritorio para ir rápido hacia la puerta. 

         —Excepto Richard. Por ahora, quiero que te quedes sentado. 

         Al principio, cree que no ha escuchado bien. ¿La señora Shelby-Ortiz le dijo que se quedara sentado? ¿Escuchó bien? Los otros tres alumnos de su mesa salen de manera ordenada. Richard se recuesta en la silla y mira cómo la señora Shelby-Ortiz despide al resto de la clase, mesa por mesa. 

         Cuando ha salido el último alumno, ella va a su escritorio y pone el registro de calificaciones— el temido registro de calificaciones —sobre el escritorio. Mira a Richard, sonríe y dice: 

         —Ven aquí, Richard, y toma asiento. 

         A Richard no le gusta cómo está ubicada la silla, de cara al escritorio de la señora Shelby-Ortiz. Parece la silla de una persona culpable. Espera que no tenga nada ver con que accidentalmente, la semana pasada no hubiera cumplido con su parte de la presentación sobre el hábitat del mono aullador. Esperaba que, por algún motivo, ella lo hubiera olvidado. 

         Richard se sienta y se mira las manos. La señora Shelby-Ortiz se acomoda en su silla. 

         —Tenemos un problema —dice ella. 

         Richard continúa mirándose las manos. 

         La señora Shelby-Ortiz abre su registro. 

         Oh, oh. Richard traga saliva. No le gusta ese registro de calificaciones. Siente que está lleno de pruebas en su contra. Malas calificaciones en ortografía y en exámenes y cosas así. Mira a través de la ventana y desearía ser uno de los niños que corren detrás del autobús o ríen y conversan con amigos. 

         —¿Qué pasó con tu parte del informe sobre la selva? ¿No debías entregarlo el viernes pasado? —pregunta la señora Shelby-Ortiz. 

         Richard continúa mirándose las manos y piensa. La clase se había dividido en grupos. Cada grupo había elegido un animal de la selva. Él estaba en el Grupo Mono Aullador, con Erik Castillo, Yolanda y Nikki. Se suponía que Richard se iba a encargar del hábitat. Erik se ocuparía de los animales que caza el aullador y cuáles son sus predadores, y Nikki y Yolanda estaban a cargo del material visual: cuadros e ilustraciones, algunos dibujados, otros copiados de libros y cosas así. 

         El día de la presentación, Richard había estado enfermo en casa. O algo así. Bueno, la verdad es que solo había tenido un resfriado y podría haber ido a la escuela. Pero los días previos a la presentación había pasado demasiado tiempo jugando a los videojuegos y tonteando. Cuando se puso a trabajar, ya era domingo por la noche y debía presentar el informe el lunes. Y, a decir verdad, sí estaba un poco resfriado. 

         La señora Shelby-Ortiz autorizó al Grupo Mono Aullador a retrasar su informe hasta ese viernes. Aunque parecía mucho tiempo para prepararlo, el viernes llegó muy rápido, y Richard todavía no estaba listo. El grupo tuvo que presentar su informe sin la parte del hábitat del mono aullador. 

         La señora Shelby-Ortiz dijo que le daría tiempo hasta el lunes. El lunes también llegó muy rápido. 

         Hoy es viernes. Evidentemente, ella no se ha olvidado de la presentación. 

         —Qué pena, Richard —dice—. Tampoco has estado trabajando muy bien en otras áreas —pasa el dedo por la página de su registro y se detiene en su nombre—. Hm… —dice en voz baja al pasar el dedo por la página. Se detiene a cada rato y hace un sonido de desaprobación con la lengua. Pasa un par de páginas más, encuentra otra vez su nombre y pasa el dedo por allí. Cada tanto, sacude la cabeza lentamente y con tristeza—. Las calificaciones en ortografía no son buenas. Y tus pruebas de matemáticas… Sé que puedes hacerlo mejor. 

         Richard baja la mirada de nuevo, pero oye que la señora Shelb...

  • Reviews
    "A welcome series addition that emphasizes familiarity instead of difference and treats its message with an affectionately light hand." 

    —Kirkus 

     

    "Lots of kids will recognize themselves in this book...and teachers and librarians will be happy to have a series to recommend that stars a realistic, likable boy of color." 

    —Horn Book Magazine 

     

    "This is a consistently fun read, complete with endearing characters, charming spot illustrations, and satisfying resolutions. Furthermore, it is a much needed story in which African American boys can see themselves visually and textually reflected in a positive light, completely free of the usual tropes of multicultural literature." 

    —Booklist 

     

    "The warm details of Richard's African-American family are tempered by the realism of life with a bunch of boisterous boys...English continues to earn her place as one of the most reliable early-grade authors, and readers who haven't discovered the Carver School kids will find this a satisfying entry point." 

    —Bulletin

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